EL OBRERO
En los convulsionados años 70, como estudiante de la
Carrera de Servicio Social, en la U. de Chile, me subí al bus de regreso a mi
hogar. Le mostré al chofer mi carnet
escolar, pero no me lo aceptó. Afligidísima, ya que había esperado acumular valor
para hacer parar un bus, puesto que sabía que me iba a encontrar con la
agresividad de los choferes, casi me desplomé y sacando valor de no sé dónde,
le dije al chofer: “señor, pero es que no tengo dinero para pagar el valor del
pasaje completo”. El conductor, hizo un movimiento de hombros, como diciendo, “bueno
y a mi ¡que!”. Me quedé congelada en el
piso de la micro, frente al chofer, con los pensamientos suspendidos y los
músculos muertos, sin saber cómo reaccionar. Transcurrieron unos segundos que
se me hicieron eternos, cuando rompió la monotonía un “señor”, que se merece todo el apelativo de
“señor”, que iba en primera fila. Era un
modesto obrero, que aperado con su gorrito de lana y una bufanda para palear el
frio invernal, me extendió un billete y me dijo “aquí tiene señorita, para que
pague su boleto”. Mi corazón se derritió por dicho gesto, se me asomaron las lágrimas
y para mis adentros pensé “!oh Carl Max!” que gran obra has hecho, en defender a la clase obrera, porque ella es la “flor y
nata de nuestra sociedad”, a ella no hay que hablarles del amor que es la
fuerza que mueve al mundo, porque ellos perviven a fuerza de puro amor, para
cubrir las necesidades de sus crías, y para enseñarles a ser buenas personas,
respetuosas de los demás y que es bueno compartir el pan con quienes lo
necesitan. Por esos obreros, he
discutido y peleado con los que quieren mantener el estado de cosas como están,
algunos porque tienen intereses creados, es decir son herederos del capital y otros,
por ignorancia, que dentro de la masa permiten que se les manipule. Claro que lo he hecho en “teoría”, defendiendo
a ultranza “mi peguita” porque nadie quiere caer por el precipicio. A través de
cuento vivencial, vaya mi homenaje a
quienes han caído al precipicio por defender los derechos de la clase económica
más vulnerable. Ahora a mis “titantos”, ya no me quedan ganas de defender
nada, porque sé que haga lo que haga, diga lo que diga y sea quien sea que
gobierne al país, se mantendrá el “statu-quo,” porque el gobierno lo integran
los hombres y estos, salvo honorables excepciones, sucumben al miedo y a la
ambición.